La ermita templaria de San Bartolomé, en
pleno Cañón del rio Lobos, es la obra cumbre del
simbolismo iniciático pétreo templario y es una de las manifestaciones
arquitectonicas más
arquetípicas castellanas del sabor esotérico de las Cofradias de
Constructores del Medievo,
vinculadas en este caso a la orden del temple.
El simbolismo iniciático comienza por el propio nombre del enclave,
Cañon del rio Lobos, que
parece derivar del dios "Lug" cuyo emblema es el lobo, además el lobo
era uno de los grados
iniciáticos de las cofradías de maestros canteros en el medievo.
Se suele considerar, aunque en esto no hay total unanimidad, que la ermita
de San Bartolomé
se corresponde con la iglesia del antiguo convento templario de San Juan
de Otero.
Se trataría de uno de los cinco conventos templarios que tenia el Temple
en Castilla en el
momento de su disolución, en 1312.
De la observación directa sobre el terreno, no se observa constancia
alguna de
restos de edificaciones que hagan suponer la existencia de un complejo
monacal.
El cañon del rio Lobos ha sido uno de los
itinerarios más protegidos, que usaban los peregrinos
para enlazar con el camino francés del camino de Santiago, y el crismón
existente en un canecillo
del ábside es el mejor testigo de este paso de peregrinos puesto que era
la marca gremial que
dejaba la cofradia de constructores conocida en Francia con el nombre de
Hijos del Maestro
Santiago. Por lo tanto cabe suponer que ellos son los artifices de la
construcción.
Cuenta una leyenda que el Ápostol Santiago, montado sobre su caballo,
saltó desde el alto de uno
de los farallones del cañón. Los cascos dejarón sus huellas sobre la
piedra, cerca del camino hoy
utilizado y la espada se le cayó al suelo y allí donde quedo clavada
quedó revelado que sería el
lugar donde se edificaría la actual ermita de San Bartolo.
La ermita de San Bartolomé, está enclavada en un lugar equidistante de
los dos puntos más
septentrionales de la geografia peninsular, los cabos de Creus y
Finisterre. Este punto central
es el "Omphalos" (el centro del mundo).
La advocación de la ermita a San Bartolomé, que como se sabe se le
representa con su piel en
las manos, ya que fue desollado vivo, es según los ocultistas una clara
referencia a la
serpiente que también muda la piel, y ya sabemos lo que en el mundo de
los iniciados representa
la serpiente en cuanto a conocimiento.
La primera cita documental de Ucero es de
1157, lo que hace suponer que en esta fecha los
monjes templarios debian ocupar ya la ermita de San Bartolomé, y el
castillo próximo.
fuente: http://www.jdiezarnal.com/ermitasanbartolome.html
Templarios en
el Cañón
Ángel Almazán
Textos entresacados de sus obras
"Por tierras de Soria, La Rioja y Guadalajara" (Sotabur, 1997) y "Guía
templaria soriana y el enigma del río Lobos" (Sotabur, 1999).
Reproducido con permiso del autor.
En un meandro del río Lobos, protegida por
cantiles enormes, con el buitre leonado como vigilante eterno y psicopompo
desde la época celtíbera, con una enorme cueva donde oficiar los Misterios
de la Magna Mater, y asentando sus cimientos en la firme roca, se
encuentra uno de los Centros del Mundo más misteriosos de Europa:
la ermita de San Bartolo, antiguo templo del monasterio
templario de San Juan de Otero. Todo él es de sillería, para que las
energías sutiles no se dispersen y puedan concentrarse y favorecer a
todo Peregrino del Alba que busque la Gnosis.
La actual ermita es heredera de una abadía de
la que se tiene documentación a partir de 1477. Anteriormente, y según
la tradición, debió ser la iglesia del convento templario de San Juan de
Otero, tal y como afirmaba el historiador de la diócesis, Juan
Loperráez, en 1788.
Tiene este templo muchas similitudes con San
Juan de Duero (Soria): planta en cruz latina, hastiales rematados en
triángulos, románico tardío y protogótico. La fecha de construcción
parece ser del primer tercio del siglo XIII y algunas marcas de cantería
delatan manos aquitanas en la labra de los sillares. El magnífico
crismón del ábside nos está indicando igualmente que la iglesia fue
construida por una cofradía de los Hijos del Maestro Jacques que
perdura hoy en Francia con el nombre de Compañeros Pasantes del Deber,
y por tanto el templo que estamos contemplando formaba parte de los Mil
Caminos de Santiago con una particularidad esencial: era además un Centro
del Mundo con todo el telurismo y el simbolismo necesario para que
el Espíritu atravesara el cuerpo y el alma de los Adeptos.
El nombre de este convento y su ubicación en la
tierra de Soria figura en una bula del Papa Alejandro III, despachada
el 10 de Octubre de 1170, siendo citada posteriormente por Francisco
Rades de Adrada (1572), Argote de Molina (c. 1588), Pedro Rodríguez de
Campomanes (1747), Juan de Mariana ( 1789) y Santiago López (1813).
Ahora bien, investigadores hay que dudan de su ubicación en San Bartolomé
de Ucero; el último ha sido Gonzalo Martínez Diez, que localiza San
Juan de Otero nada menos que en el cerro de San Juan, en la mojonera de
los términos de Peroniel del Campo, Tozalmoro y Mazalvete. La falta de
documentos ha dado pábulo a diversas localizaciones. El entorno de la
ermita ha sido habitado desde la Edad del Bronce. Nos encontramos, por
tanto, en una zona milenaria de hábitat humano, como corresponde a este
paso natural entre la vega del Ucero y el alfoz de Lara. Pasaje
estratégico que fue utilizado en uno de los "Mil Caminos de Santiago".
Lo recóndito del enclave y la función estratégica y de peregrinación que
tenía el Cañón debieron ser, junto con otras circunstancias, las
razones que impulsaron a los monjes guerreros de la Orden del Temple a
establecerse en este enclave equidistante de los dos puntos más extremos
de la geografía peninsular, los cabos de Creus y Finisterre, como
descubriera años atrás Juan García Atienza.
Posteriormente
el segundo Maestre de Calatrava, Frey Fernando Escaça, entra en pleito
con Frey
Hermindo, Maestre del Temple, por los bienes y la herencia de Frey
Fernando
Núñez de Fuentearmegil (entre Ucero y el Burgo). La resolución quedó en
manos
del obispo de Osma y del Abad de San Pedro de Cardeña (Rades de
Andrada).
Los bienes
referidos eran herencia de su padre Nuño Garcés de Fuentearmegil y su
esposa
Teresa Fernández "por donde parece
(conforme al tiempo y a los apellidos) que este Frey Fernan Núñez fue
hermano
de Pero Nuñez de Fuentealmexir, de quien se trata en la Crónica General,
y de
quien descendió Pero Núñez de Avellaneda, señor de Aza y de Iscar".
Así conocemos el nombre del único caballero templario soriano conocido
documentalmente.
Entre 1169 y
1170, tuvo lugar el conflicto entre Calatrava y el Temple por fray
Fernando
Núñez de Fuentearmegil, ya muerto y que hacía tiempo que había profesado
en el
convento de San Juan de Otero. Por tanto, en 1150 estaba ya en plena
utilización -Gil González Dávila-. La teoría más aceptada es que se
encontraba
en el actual emplazamiento de la ermita de San Bartolomé.
También podría
haber ocupado la cima donde se asienta el castillo templario de Ucero
(mediados
del siglo XII según Florentino Zamora). Tras fundarse el señorío, los
caballeros del optaron por buscarse otro lugar más tranquilo para sus
ritos
místicos. Es la ermita de la antigua abadía de San Bartolomé, así
llamada desde
al menos 1477 según un documento antiguo en el que consta su existencia
(150
años tras el final del Temple).
En San
Bartolomé de Ucero aflora un simbolismo templario fuera de toda duda
tanto en
la escultura como en los signos lapidarios. Se trata de una obra
protogótica
del siglo XIII, hacia 1225, contemporánea de San Polo de Soria, según J.
Mª
Martínez Frías y J. A. Gaya Nuño. Se encuentra en uno de los Centros
Mágicos de
la Península Ibérica, en pleno corazón del cañón del Río Lobos, hoy día
Parque
Natural. En este enclave, con la sola mirada de los buitres leonados y
las
águilas reales, los Templarios pudieron llevar a cabo sus ritos
esotéricos
iniciáticos, a la par que crearon todo un simbolismo tradicional en la
estructura arquitectónica del templo, así como en los canecillos y en
los dos
pentáculos invertidos dentro de un círculo en forma de mandala que
esconden, a
su vez, diez corazones, y cuya interpretación hay que acudir al sufismo y
a la
alquimia que exportaron desde Tierra Santa.
Tres santos se conjugan en el lugar: Santiago
apóstol, San Bartolomé y San Juan. Del primero, que acogió el simbolismo
iniciático de Hércules e incluso de San Miguel Arcángel, hay dos
leyendas. Una dice que donde se cayó la espada allí fue edificado el
templo, y otra indica que saltó con su caballo y una huella de la
herradura quedó insculpida en la piedra.
Por otro lado el crismón del ábside es el
emblema más característico , junto con la "Pata de Oca", de la cofradía
de constructores "Hijos del Maestro Jacques" (Santiago en francés), que
perdura hoy día en Francia como "Compañeros Pasantes del Deber". El
Crismón, en sí, ofrece un rico simbolismo y característico de los "Mil
Caminos de Santiago", sobre todo del "Camino Francés". Por si esto fuera
poco, en el altar mayor de la ermita de San Bartolo está representado
iconográficamente Santiago Matamoros, cuya festividad se celebra el 25
de julio, es decir, un mes y un día después de San Juan y un mes antes
de San Bartolomé, eje de una romería el 24 de agosto.
Curiosa es tal coincidencia, como lo es el
hecho de que la advocación a San Juan no aparezca por ningún lado de la
ermita y, sin embargo, sí haya perdurado la presencia de los otros dos
santos, cuyas fechas conmemorativas en la liturgia católica suceden mes a
mes a San Juan Bautista, el que bautizó a Cristo en el Jordán (la
ermita, no hay que olvidarlo, está junto al río Lobos).
El evangelio de San Juan – el único esotérico
de los evangelios canónicos – fue muy querido por el Temple, como
también aconteciera entre los cátaros, gnósticos y alquimistas. San Juan
Evangelista y San Juan Bautista son el Jano latino en el esoterismo
simbólico y se vinculan al simbolismo solar, cual fue la "mística"
templaria. Curiosamente, en un canecillo situado sobre la capilla
meridional, puede observarse la figura de un pulpo que,
astrológicamente, está asociado al signo zodiacal de Cáncer y, por
tanto, al solsticio de verano, según René Guenón. Además, la etimología
griega de "lobo" se relaciona con la luz y el lobo fue un animal
emblemático de Apolo, dios hiperbóreo de la luz.
En el simbolismo tradicional pueden invertirse
los sentidos interpretativos. No es por ello extraño que investigadores
diversos, entre ellos Manuel Nonídez García, M. Ángeles Salinas y
Alejandro Aylagas Mirón, consideren que el topónimo "otero" se refiere a
un otear espiritual, dirigiendo la mente y las funciones psíquicas
hacia el alma, a lo que hoy llamamos inconsciente personal y colectivo.
Nonídez y Salinas afirman, además, que en la
noche de San Juan se ve desde este enclave la constelación Sagitta (La
Flecha) señalando al norte el camino de Santiago. Asimismo, declaran que
si se unen diferentes Ermitas e iglesias de la zona con líneas rectas
conforman figuras similares a las constelaciones de Sagitta y Cynus,
luego podría hablarse también de un "otear" astrológico, según estos
autores. Pero la clave cabalística del topónimo "otero" se encuentra, a
mi juicio, en su raíz latina, altarium, que significa altar, de ahí
que, dado el simbolismo esotérico templario, se pueda afirmar que San
Juan de Otero no es otra cosa que "Altar de San Juan".
Podíamos encontrarnos, no obstante, con dos
lugares diferentes que respondiesen a San Juan de Otero. El enclave de
la actual ermita de San Bartolomé, con su río al lado, "Cueva Grande" y
telurismo de la zona, sería el "Altar de San Juan", es decir, el sitio
escogido para algún tipo de iniciación esotérica de la mística solar
templaria. Por contra, San Juan de Otero exotérico podría haberse
situado -como afirmaba florentino Zamora Lucas- sobre el cerro u otero
que domina a Ucero y en el que se construyó el castillo (posiblemente
templario durante un tiempo) y la Ermita anexa, hoy prácticamente
derruida.
Asimismo, la presencia templaria se ha
preservado en la parroquial de Ucero, donde puede verse un Cristo
Templario (como así es conocido) aunque es, al parecer, del s. XV. En su
fachada puede observarse una estela en la que puede advertirse la forma
de una cruz templaria. Además, la propia parroquia tiene la advocación a
San Juan.
Las claves esotéricas son pues, variadas. A las
ya dichas hay que agregar el simbolismo iniciático subyacente del
patrono de la Ermita, San Bartolomé, que está representado en un
bajorrelieve del altar mayor. San Bartolomé era uno de los pocos santos
que honraba por todo lo alto la Orden del Temple, como así lo indica el
artículo 78 de la Regla establecida por S. Bernardo de Claraval. Según
Juan García Atienza hay otros 10 lugares en España con enclaves
templarios donde aún se festeja a San Bartolomé, de quien se dice que
fue desollado vivo, lo cual nos esta advirtiendo sobre una vinculación
simbólica con la serpiente, que está dotada de un simbolismo tan
complejo como fascinante y vinculada a los "lugares del poder". Más
pistas nos las aporta el propio topónimo del Cañón, puesto que el lobo
era uno de los tres grados iniciáticos en las Cofradías de
Constructores, como sucedía con el mono. Pues bien, nos encontramos en
el Cañón del Río Lobos y en la ermita veremos varios canecillos con
figuras de lobos y alguno con la figura del mono. Además, el lobo era el
animal emblemático del dios ligur Lug, del que se ha encontrado una
estela en Uxama (a 15 kms.)similar a otra hallada en Suiza (Lugoves).
Además, el telurismo del lugar nos remite esotéricamente a los "lugares
del poder-Lug". Asimismo, el propio topónimo de Ucero podría derivar de
Lug, puesto que ha sido muy común la desaparición de la "L" en la
toponimia derivada de Lug, como afirma Louis Charpentier. También podría
derivar Ucero de "Lucero", redundando así en la toponimia griega de
"Lobo", y vinculándose esotéricamente con Apolo.
Continuando con las principales claves
esotéricas que nos muestran la huella templaria en este templo, hay que
hacer una mención muy especial a los óculos de los hastíales norte y
sur que configuran dos mandalas iniciáticos de primer orden , con sendas
estrellas invertidas de cinco puntas que dan lugar a un pentágono
central y están entrecruzados por diez corazones, enmarcado, todo ello
por el círculo protector. La "quintaesencia" alquimista está
crípticamente representada en estos mandalas. El pentáculo invertido,
curiosamente, aparece en una estela de San Polo, en Soria, donde hubo
templarios nacidos en Almazán, El Burgo y Soria, como atestigua un
documento templario del s. XII, según Maria Elena Sainz Magaña. Este
pentáculo es la pentalfa, invertida, de los iniciado pitagóricos.
Hay otro gran sello templario en el interior de
este templo y repetido en tres sitios diferentes: unos grabados
idénticos a un "graffiti" que realizaron en la torre del homenaje de la
fortaleza francesa de Chinon diversos altos cargos templarios que
fueron encarcelados allí en 1308, un año antes de morir en la hoguera.
Por otra parte, el simbolismo numérico tan apreciado en el esoterismo
occidental desde Pitágoras, se encuentra plasmado en San Bartolo de
forma reiterada. Y, por si esto fuera poco, y para despejar toda duda
que hubiera acerca de la adscripción templaria de San Bartolo, en el
primer capitel interior de la izquierda de la puerta de entrada se
encuentra labrada la más criptográfica de las cruces templarias, la
"Cruz de las Ocho Beatitudes", que se halla dentro de un círculo rodeado
de rombos, motivo geométrico que coincide con el pavimento del
presbiterio de la iglesia octogonal templaria de la localidad francesa
de Laon, y que recuerda a la bandera dualista templaria.
Los canecillos sugieren numerosas
interpretaciones simbólicas: Géminis, Tonel alquímico, Pareja
Iniciáticas, Laberinto, dios Pan… El sexo masculino y femenino están
claramente labrados en la parte inferior de la enigmática hache en cuña
del canecillo situado entre la cabeza de un templario y la del lobo, en
el centro de la primera hilera de canecillos de la portada. La
transmutación de la sexualidad, no lo olvidemos, fue uno de los
objetivos de los alquimistas y de numerosas sociedades secretas
esotéricas. Y la "H", según el gran maestre masón Robert Ambelain, es el
anagrama de Hiram, el maestro constructor del Templo de Salomón al que
se remiten las Cofradías Medievales de Constructores.
La planta de la ermita es de cruz latina,
parecida a la de San Juan de Rabanera, en la capital, pero sin bóveda
del crucero y cimborrio, al existir una nave principal con un Cañón
seguido muy apuntado, como reseño Gaya Nuño. El exterior es protogótico y
el interior es más románico, a excepción de la bóveda de ojivas con
plementos apuntados del ábside que es plenamente gótica, según J. Mª
Martínez Frías. Fue construida en el primer tercio del s. XIII bajo el
mecenazgo y guía de la Orden del Temple con canteros tal vez aquitanos
como dejan entrever, según Teodoro Ramírez, diversas marcas de cantería.
Es muy
conveniente fijarse bien en la verdadera Biblia de símbolos iniciáticos
que se
pueden constatar en sus canecillos. Además, se cuenta que hay dos
glyptografías
parecidas a las que Jacques de Molay -el último gran Maestre del Temple-
y los
que le acompañaron a la hoguera, grabaron en la torre de Chinon, en
París. Existe
un canecillo interior en que aparece la Cruz de las Ocho Beatitudes,
misteriosa
y portadora de un alfabeto oculto, que se encuentra junto a dos cabezas
de
caballeros templarios y una grupo de rombos.
La temática de
los canecillos es enorme: números sagrados, laberinto, el
hermafroditismo del
alquimista, parejas iniciáticas, silencio, bafomet, Pan. Un tesoro para
acceder
al conocimiento del conocido como Arte Sagrado:
Hay dos
hastiales. El que sigue la dirección norte-sur soporta dos óculos
abocinados de
tres arquivoltas circulares concéntricas. La exterior está decorada con
66
estrellas de seis puntas de diamante intercaladas con bolas. En el
centro de
este rosetón románico se encuentra una enigmática celosía calada, de
tracería
musulmana según Gaya Nuño, J. A., en la que confluyen entrelazados diez
corazones con una pentalfa y el lógico pentágono interior.
Su presencia
remarca numéricamente la importancia simbólica del corazón. Y según el
origen
musulmán de estas celosías, la mejor referencia nos la da el más
importante de
los sufíes medievales, Ibn-al-Arabí, murciano nacido en 1165 y muerto en
el
1240. El corazón (‘qalb’) es el órgano del verdadero conocimiento, la
intuición
comprehensiva, la gnosis (‘ma’ riga’) de Dios y de los misterios
divinos, en
resumen, todo lo que puede abarcarse con la denominación de esotérico
(‘ilm
al-Bâtin’)…
La palabra
"corazón" proviene de la raíz indoeuropea KRD, que significa corazón,
pero también, centro o medio. En el Nuevo Testamento leemos que el Reino
de
Dios se encuentra en el corazón, mientas que san Clemente de Alejandría
concibe
a Dios como "corazón del mundo". Angelus Silesius afirmaba en el
siglo XVII que el corazón es templo y altar de Dios, y que puede
contenerle
enteramente. René Guénon, en su obra Símbolos fundamentales de la
Ciencia
Sagrada, resume el simbolismo tradicional del corazón indicando que
representa
el centro del ser integral, y nos pone en la pista de que cada centro
espiritual ha sido designado como "Corazón del Mundo". "El
corazón es esencialmente un símbolo del centro, ya se trate, por lo
demás, del
centro de un ser, o, analógicamente, del de un mundo, es decir, en otros
términos, ya se coloque uno desde el punto de vista "microcósmico",
ya desde el "macrocósmico"". Para diversos teólogos medievales
el corazón era un símbolo del tabernáculo e incluso del Arca de la
Alianza. Una
de las imágenes más utilizadas en la iconografía del corazón es la de la
letra
Yod en su interior así como las referencias orientales su éter. Guénon
nos
desvela el simbolismo implícito en ello, que cobra especial importancia
para
desentrañar este rosetón mandálico de San Bartolomé puesto que los 10
corazones
rodean y crean la pentalfa y el pentágono, imágenes de la quintaesencia y
del
éter: "Lo que reside en el corazón no es, pues, solamente el Éter en el
sentido propio del término: en tanto que el corazón es el centro del ser
humano
considerado en su integridad, y no en su sola modalidad corpórea; lo que
está
en su centro es el "alma viviente" que contiene todas las
posibilidades que se desarrollan en el curso de la existencia
individual, como
el Éter contiene todas las posibilidades de la manifestación corpórea o
sensible (…) Lo que reside en el corazón, desde un primer punto de
vista es
el elemento etéreo, pero no eso solamente; desde un segundo punto de
vista, es
"alma viviente", pero no es únicamente eso tampoco, pues lo representado
en el corazón es esencialmente el punto de contacto del individuo con lo
universal o, en otros términos, lo humano y lo divino, punto de contacto
que se
identifica, naturalmente, con el centro mismo de la individualidad (…)
Desde
un enfoque supraindividual se dice que en el corazón reside Brahma, el
principio divino del cual procede y depende enteramente toda existencia y
que,
desde el interior, penetra, sostiene e ilumina todas las cosas. El éter
en el
corazón expresa, por tanto, "el conocimiento del corazón" en su
identificación con el "conocimiento divino" (…). Pero aún hay otro
simbolismo vinculado crípticamente al corazón puesto que éste era
representado
en Egipto por un vaso o una copa que, en el simbolismo geométrico
tradicional
se expresa mediante un triángulo con el vértice hacia abajo y la base
hacia
arriba, e inclusive con dos que se tocan en el centro por medio de sus
vértices. Y el simbolismo del corazón como vaso o copa nos conduce
directamente
a uno de los símbolos sagrados legendarios de la Edad Media: el Santo
Grial.
fuente: http://www.templespana.org/actividades/jornadas/rio_lobos/sanbartolome.html